citas de sabiduría del maestro Saúl Martínez.

  • Somos el mismo mar: Es una experiencia difícil de explicar, pero de tal intensidad que resulta especialmente terapéutica desde un punto de vista psicológico. Es la sensación de pertenecer a la naturaleza misma, de ser naturaleza, y esta sensación es tan imborrable que despierta en nosotros el interés por vivir contemplativamente todo lo que nos rodea. Entonces ya no observamos un árbol, sino que somos el árbol. No vemos la luz, somos la luz. Y así con las estrellas, las nubes, el firmamento y todo aquello en que nos dejamos fluir. Pero lo más importante es descubrir que este aspecto también funciona con los demás. Entonces somos más que hermanos, somos el otro, somos la humanidad entera. Nuestro ego se disuelve y se vuelve uno y solidario con los demás, porque la experiencia nos está demostrando que así es».

     

    «La meditación sin carácter trascendente es posible, al menos al principio. Sin embargo, a medida que la meditación va dando sus frutos, no hay ninguna duda de que la vida del practicante se va espiritualizando. Entonces, de una manera natural, aparecen las enseñanzas de cualquier tradición sagrada y las mismas y los maestros de las mismas, son los que alimentan el proceso evolutivo. (…) Tarde o temprano, el meditador se acaba dando cuenta de que el problema somos nosotros mismos. (…) Tal y como enseñaba el gran Lama Bokar Tulku Rimpoché, si cuando nos contemplamos en un espejo comprobamos que nuestra cara está sucia, sería absurdo ponernos a limpiar el espejo; (…) el trabajo empieza por uno mismo. El primero de los grandes cambios consiste en dejar de culpabilizar de nuestros problemas al entorno o al mundo que nos rodea y empezar por la búsqueda de una auténtica transformación individual para, desde ahí, conseguir influenciar al entorno».

  • «Shiva y Shakti en su abrazo sexual son la expresión de la interdependencia. Aunque parecen estar separados y ser dos sexos diferentes, de hecho, son dos aspectos complementarios de la unidad».
  • «El sueño en el que nos vemos inmersos, nos hace tomar como realidad, lo que no lo es. Confundimos nuestra auténtica naturaleza con este transitar por el mundo de los sentidos, lleno de dolor y de impermanencia. Reducimos la auténtica dimensión de nuestra mente al minúsculo espacio de nuestro ego, nos creemos separados del Todo y vivimos tan solo para rendir culto a esta fabricación de nuestra mente que llamamos Yo. Creamos el tiempo y desde la percepción de los sentidos nos perpetuamos en esta forma física. Y el tran cohesionador de nuestra fantasía, que llamamos realidad, es el deseo. El Tantra, paradójicamente, propone trascender el deseo mediante el propio deseo».
  • «Dejándose fluir en la existencia, como lo hacen los maestros taoístas, todo en la vida se convierte en sabia enseñanza, desde las experiencias y situaciones que vivimos hasta los lugares desde donde hemos de saber liberarnos de los deseos, pensamientos discursivos, aversiones, etc. sin que importe el hecho en sí mismo. Todo constituye una oportunidad para la práctica (…) [para] llegar a experimentar el vacío de todos los fenómenos».
  • Lo paradójico es comprobar que, cuando aquietamos la mente, algo empieza a surgir desde el interior con tal intensidad que ciertos vacíos (…), como por ejemplo el del amor, empiezan a llenarse precisamente de la naturaleza de la energía que sentíamos ausente de nuestra vida. Es el milagro de descubrir que siempre ha estado ahí, dentro de nosotros y a nuestra entera disposición, mientras que hemos estado sufriendo toda la vida por encontrar algo o alguien que nos lo diera, o por miedo a perder lo que pensábamos que respondía a nuestras demandas.